martes, 18 de noviembre de 2014

Poli(toxili)ticos…


... Y banqueros, empresarios, megamultimillonarios, la Troika, el BCE, el FMI, etcétera, nos engañan. Directamente. Y lo peor es que, a día de hoy, ninguno/a de nosotros/as nos sorprendemos ni escandalizamos frente a una afirmación así.

No vamos a definir nuestra tendencia política en este post, Dios nos libre. No es nuestro objetivo. Además, no nos apetece hacerlo. Sólo queremos hablar de algo que, desde hace un tiempo, se ha convertido en la guarnición indigesta que acompaña a  nuestro menú de mediodía y noche.

Los robos, las comisiones ilegales (léase 3%), las puertas giratorias, el clientelismo político. Todas esas mierdas… ¿Son realmente necesarias para poder dirigir un país y velar por el bienestar de su sociedad? Rotundamente NO. Más bien al contrario. Son la mejor forma de descontrolarlos y llevarlos (ende, llevarnos a todos/as) a la ruina.  En los últimos 15 años, podemos contabilizar más de 325 casos de corrupción entre cohechos, malversaciones, prevaricaciones, falsedades documentales, estafas, fraudes fiscales, blanqueo de capitales, sobres en B, tarjetas negras… … Y la rana sentada cantando debajo del agua.








No es nuestra intención hacer una denuncia de todos y cada uno de los casos de corrupción en España. Entre otras porque no acabaríamos nunca. Pero nos sorprende ver la tranquilidad con que los/as personas que vivimos en este país los recibimos. Nos explican en las noticias que tal político ha viajado a Bali en primera clase con su “mejor amiga”, aquella que conoció en el Club La Amapola Salvaje, con una pequeña parte de ese dinerito que nos quitan a todos/as los/las españolitos/as de nuestra nómina a final de mes (bueno, de aquellos en que la nómina es algo habitual en su vida, que cada vez somos menos…). Nos cuentan también que ex presidentes, aquellos que son tratados como muy honorables, llevan más de 20 años robándonos y que tienen sus tesoros a buen recaudo en Suiza. Nos chivan, en modo vox populi, que algunas de las personas que militan en los sindicatos de trabajadores han falseado cursos de formación para desempleados con la única finalidad de conseguir una “financiación extra”. Y ya hemos llegado a tal punto, que nada nos sorprende. Nos comportamos frente a ello igual que si oyéramos llover.

Bancos rescatados con dinero público cuyos mandamases tienen unas maravillosas tarjetas “mágicas” con las que pagarse las Viagras que les permiten estar a tono para seguir usando dichas tarjetas en clubs de alterne y restaurantes. Y ellos no se comen una ensaladita de espinacas frescas con huevo duro, no. Pero también políticas que atropellan a agentes de seguridad, que se dan a la fuga, que tratan a infectados por enfermedades mortales de irresponsables y mentirosos, que echan discursos ridículos en un inglés de Salou frente el COI. No pararíamos. Pero basta ya. Y tratemos de darle un poco la vuelta. Tenemos algún/a amigo/a dentro del mundo de las soluciones alternativas a muchas cosas. Un día, uno de ellos nos dijo: “A veces, no se trata de cómo son las cosas. Se trata de cómo nosotros/as las percibimos, las afrontamos, las entendemos y reaccionamos”.









Quizás deberíamos evaluar en qué forma nosotros/as, miembros de la sociedad, recibimos dichas informaciones. Quizás, podríamos mover un poco el culo y aumentar nuestra presión social cada vez que un agente político, empresario, banquero, etcétera, sale a la palestra porque ha robado esto o aquello otro. A lo mejor, podríamos optar por nuevos aires políticos en un escenario en el que ya hay demasiados dinosaurios (léase “no se puede cambiar una constitución que data de hace 30 años”). Seguramente, si consiguiéramos hacer un click en nuestras cabezas y nos decidiéramos a hacer algo para acabar con esta mierda, podríamos hacerlo. Todo empieza por la concienciación individual. Hemos de despertar. Y nosotros nos incluimos.

Tenemos derecho a vivir dignamente. Tenemos derecho a cabrearnos y a exigir un cambio. Y tenemos la obligación moral y ética de ayudarnos.


Ayudémonos, pues.