martes, 29 de julio de 2014

Con las manos en la masa

Cocinar es un arte. Eso lo tenemos claro. Todos/as hemos experimentado sensaciones maravillosas a través de nuestras papilas gustativas. Para aquellos/as a los que nos gusta el “bien comer”, es un placer planear una salida a un buen restaurante y degustar alguna mezcla de sabores, a priori, imposible y dejar que nos invadan los olores y sabores.

Parece ser que alguien, en los tiempos que corren, ha decidido que a la humanidad debe interesarnos sobremanera el mundo culinario. Y nos han llenado la parrilla televisiva de programas dedicados a la cocina. Concursos, realitys, programas de recetas, etcétera. Además, son programas exitosos. Y no es que estemos en contra, para nada, pero… ¿Es necesario que, cada vez que enciende uno/a la televisión, se encuentre a alguien cocinando un maravilloso entrecot de ternera de Ávila con foie caramelizado y reducción de Oporto?

La emisión de programas de cocina es un hecho que tiene más años que la Duquesa de Alba. Ya en 1958, TVE empezó a emitir un espacio de recetas a mediodía al que llamaron A mesa y mantel. Lo extraño es que lo emitían dentro de un espacio cultural en que se trataban temas tan diversos como clases de idiomas o crítica cinematográfica (WTF?). Imaginamos que pensaron que estaría bien aprender a decir frases tales como “Voulez-vous coucher avec moi?” mientras se cocinaba un bacalao al pil-pil y se recomendaba una película de Juan Antonio Bardem. Luego la gente se preguntará qué es lo que le pasó a la generación española que vivió aquella época.





Después de intentos (¿fallidos?) con otros programas tales como Vamos a la mesa (1967) y Gastronomía (1970), TVE decidió empezar a emitir un maravilloso programa llamado Con las manos en la masa (1984 y 1991). ¿Quién no recuerda aquella pegadiza melodía, que  de cabecera (que por cierto compuso Joaquín Sabina, ehem) que decía algo así como “Siempre que vuelves a casa me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masa”? El resto de la letra es tremendo también, recomendamos encarecidamente que le echéis un vistazo a esto y “disfrutéis”. Pero no lo neguemos, a todos/as nos despierta cierta nostalgia recordar a Elena Santoja con esos "disfraces" ochenteros imposibles y esos bodegones en la cabecera difíciles de borrar de la mente.

A partir de ese momento, lo siguiente destacable es… Karlos Arguiñano. Rico rico. Creemos que en realidad lo que le catapultó a la fama fueron sus chistes que sólo él entiende. El sr. Arguiñano ha adiestrado a decenas de miles de amas de casa acerca del buen hacer en la cocina. Después tuvimos algún que otro programa más como A pedir de boca o La vida sobre la mesa. Y en 2005, otro chef (esta vez asturiano) llamado José Andrés trató de acercarnos la cocina a través de recetas tradicionales españolas, otras internacionales, tapitas, etcétera. Y, como no, en 2009 Ferran Adrià tuvo su espacio televisivo en forma de serie, también en TVE, al que llamaron El Bulli, historia de un sueño. Justo dos años después el Bulli cerró. Que cada uno/a saque sus propias conclusiones (Cri cri. Cri cri).

Pero a lo que íbamos. Hacer esta pequeña retrospectiva de los programas de cocina en televisión nos sirve para entender un poco qué sucedió antes del gran fenómeno televisivo que ha supuesto Masterchef. Este concurso de TVE (como no…) para cocineros aventajados (o talent-show, para que quede más sofisticado) en el que 15 aficionados con aptitudes compiten por llevarse un premio en metálico (del que Hacienda se queda una buena parte, claro), ha tenido una media de entre de 4 y 5 millones de espectadores por programa. Estarás de acuerdo con nosotros en que es una auténtica locura. Y la monda es, sin duda, Masterchef Junior. Deja a tu hijo/a sólo en la cocina, y te quedas sin casa. Y sin hijo/a.





Y dicha locura desembocó en… Saturación. El resto de cadenas de la tierra patria empezaron a inventar fórmulas televisivas que introdujeran el componente culinario en nuestras casas. Ejemplos de ello son Todos contrael chef, Cocineros sin estrella, Esta cocina es un infierno, Hoy cocinas tú, Pesadilla en la cocina (este es especialmente fuerte, ¡morbo morbo!), Top Chef, Cocina2, Mi madre cocina mejorque la tuya… ¿El siguiente cómo será, algo tipo Soy capaz de cocinar mientras conduzco?


Estamos totalmente a favor de la cocina y todo lo relacionado con el placer que nos aporta. Y la elevamos a la categoría de Arte. Trabajamos para clientes que fomentan la alimentación ecológica, sana y sofisticada, como CHEF S. Pero queremos alzar un grito a favor de algo en lo que creemos fervorosamente: Lo poco gusta y lo mucho cansa. A ver lo que tardamos en estar hasta el mmmmmmoño de programas de cocina. Nosotros, desde aquí, empezamos a estarlo. Nos encanta, eso si, este vídeo de un programa de cocina de la televisión extremeña. Sólo por historias como esta vale la pena que los programas de cocina no desaparezcan del todo.

martes, 22 de julio de 2014

Para hacer bien el amor hay que venir al Sur

… Para hacer bien el amor iré donde estás tú. Ese es el estribillo de este gran hitazo que Raffaella Carrà lanzó allá por el año 1978. Si le has dado al enlace, te habrás dado cuenta de que el videoclipno tiene desperdicio alguno. Debió ser muy revolucionario en su época, porque para aquellos entonces Raffaella estaba ya opositando para convertirse en la gran diva gay que es hoy en día (de hecho, últimamente se atreve a producir canciones disco como esta, que es de reciente cosecha). Y los bailarines del vídeo son buena muestra de ello. Sobre la letra, mejor no hablamos porque es, sencillamente, maravillosa. “Y si te deja no lo pienses más, búscate otro más bueno… Vuélvete a enamorar”. Claro señora, como si fuera tan fácil enamorarse.




Este temazo, se convirtió en la canción del verano aquel año. Y lo más sorprendente es que podemos seguir considerándola canción del verano en 2014. Por lo menos aquellos que hemos nacido del 80 hacia delante. El fenómeno de la “Canción del Verano” es espectacular. Y una muestra bastante clara de la simplicidad del ser humano (maldita simplicidad, en este caso por lo menos). Nos vale con un estribillo fresquito y pegadizo, una rima absurda y un baile facilongo de esos que hasta la Infanta (si, la que siempre va con retraso de las dos) es capaz de aprenderse. A partir de ahí, nos da igual que nos hablen de una barbacoa, de un tractor amarillo (WTF!), de la mayonesa o de un tal Del Pita, que debía ser un señor árabe muy rico y famoso y que, seguro, debía consumir mucha Coca-Cola.

Hemos pasado por señoras tales como María, Salomé, Macarena, Gloria, María Isabel… Sin saber siquiera quiénes eran tan famosas féminas. Nos han explicado lo complicado que resulta hacer el amor en un Simca 1.000, nos han chillado que sólo se vive una vez (aún nos preguntamos cómo llegaron a esa conclusión), nos han aclarado que en Madrid no hay playa (muchas gracias, chicos de The Refrescos, por tratarnos como auténticos/as zoquetes/as), nos han relatado lo que se siente al colarse en una fiesta, y nos han contado, entre cuchíbiris y cuchíbiris, lo estupendísimo que es comerse un arroz con bacalao (en lo “arto” del pueblo, que mañana es domingo) al más puro estilo Sarandonga. ¿¿¿Perdona??? Seguro que después de este pequeño resumen, podríamos hacernos una pregunta. ¿Por quién nos toman los compositores de las canciones de verano? Pensar es gratis, pero si viene alguien a darte estas rotundas e inteligentes afirmaciones… ¿Para qué vamos a pensar, para cortarnos las venas?




En verano, parece ser también que a los artistas (por llamarles de alguna manera) les gusta pedir a la policía que detengan a chicas, aunque luego vienen otros a tirar una bomba y no pasa nada y, lo peor, es que algunas se atreven, tranquilamente, a insultarnos con palabras tales como Aserejé (ten por seguro que, en algún momento de ese estribillo, se están cagando en la p*** madre de alguien). En nuestro adorado verano, somos capaces de bailar algo cercano a “Numa Numa Yei” como si no hubiera mañana (si, vale, en España tenemos nuestra propia versión, el "Pluma Pluma Gay"). Y si, admitámoslo. Poco importa que en casa escuchemos el folk pausado de Bon Iver, seamos fans de Damian Lazarus y su electrónica inteligente, perdamos los papeles con el cuatro por cuatro de The Gossip o nos emocionemos con un quejío profundo de Camarón. Entre junio y septiembre, siempre acabamos dándolo todo con las canciones más estúpidas. ¿El post-modernismo nos ha llevado a esto?

Aún así, debemos reconocer que nos encantan nuestras cenas remember con Sandra, Lorena, Amparo y Almudena, en que mientras unos preparan la cena y los mojitos, los otros se encargan de recopilar en una playlist la banda sonora de la noche. Y nos encanta estar de vacaciones en un chiringuito, con unas cuantas copas de más, bailando descalzos a la luz de la luna hasta las tantas de la madrugada. Mediterráneamente... ¡Que viva la Canción del Verano!

miércoles, 16 de julio de 2014

On Air

Ayer estuvimos en la radio. Y no de visita, no. No es por fardar, pero parece ser que nuestro plan de marketing para el lanzamiento está funcionando tan bien, que a parte de clientes nos caen entrevistas en medios de comunicación. Era uno de los efectos que esperábamos, tener impactos gratis en prensa. Pero jamás imaginamos que saldríamos en tantos sitios y tan importantes. Y uno de ellos es la Cadena SER.

Todos/as sabemos acerca de la controversia existente hoy en día con los medios de comunicación. Manipulan, omiten, exageran. Y muchas veces hasta esconden una realidad que, gracias a otros medios de comunicación (especialmente los sociales), sale a la luz. La gran faena es que al final, nos damos cuenta de que vivimos en una sociedad parcialmente manipulada. Pero seguramente este sea tema para tratar en otro post de forma más extendida. Porque este, queridos y queridas, vamos a dedicarlo a nosotros. Si, nosotros. Sterling Cooper BCN. Y a un medio de comunicación específico: La Radio.




La radio en sí, tiene ese rollo retro/vintage que nos encanta. En nuestros tiempos nos cuesta imaginar que antes la gente pasara horas y horas atenta al aparatito siguiendo la trama de una radionovela, recibiera información relevante mediante las ondas, viviera su pasión por el fútbol entre la FM y la AM y un largo etcétera.
En 1906, se transmitió desde Brant Rock Station (Massachusetts, USA) la primera radiodifusión de la historia (vale, debió ser un auténtico rollazo ya que transmitió el “Oh Holy Night” en violín y leyó un pasaje de la Bíblia), pero este dato sólo pretende servir para remarcar lo oldie del medio.

Pues ayer, los jefecitos de todo esto estuvimos dando una entrevista en la radio, invitados por los grandes profesionales del programa Hora L de la Cadena SER (grandes por llevarnos a nosotros, obviamente. Porque la productora del programa era bastante chiquitita). Y tuvimos la gran suerte de contar con nuestro buen amigo y partner Javi de Vision Films, que nos hizo de fotógrafo (ver foto de justo abajo) y camarógrafo y grabó un video de lo más molón que pronto colgaremos en algún lugar (“de la Mancha, de cuyo nombre no q quiero acordarme”, parafraseando a Miguel de Cervantes).




Al llegar, nos vinieron a buscar a la recepción de los estudios de la SER y nos adentramos en “el búnker”. Todo muy moderno y maqueado pero estábamos, literalmente, a 50 metros bajo tierra. Nada más entrar al estudio, el olor a moqueta invadió nuestras narices. Tomamos asiento, nos pusimos los cascos y buscamos, desesperadamente, un letrero luminoso que anunciara que estábamos en antena. Que estábamos ON AIR. Pero no. No lo encontramos. Encontramos, en su lugar, una bombilla roja en el centro de la mesa en donde estábamos siendo entrevistados que se iluminaba cuando entrábamos en directo. Frankie, el conductor del programa, nos transmitió la tranquilidad y confianza necesarias para no balbucear y acabar metiendo la pata hablando como cucarachas en un vaso de agua. Y, vanidad a parte, creo que estuvimos bastante bien. Nos sentimos un poco en casa. O como peces en el agua. Y eso se nota. Así que salimos tan contentos que fuimos a tomarnos unas cañas. Al más puro estilo español.


No es el medio para hablar más de nuestra entrevista, que podéis escuchar aquí. En realidad este post es más una muestra bastante clara del material que alguien, a raíz de una entrevista de 20 minutos en la radio, puede sacar para escribir una buena parrafada. Estad preparados/as amigos/as. Seguimos ON AIR.

miércoles, 9 de julio de 2014

A Marilyn no la retocaban

Son muy pocos/as los/as famosos/as que, al ser fotografiados/as para una publicación, campaña, entrevista, etcétera, no quieren retoques con Photoshop. Vemos a Madonna maravillosa y estupenda en todos los reportajes que le hacen y sin esos brazos tan horribles que se le han quedado por pasarse con la tonificación, a la Preysler con unas curvas asombrosas y sin apenas arrugas (muchas veces no le dejan ni las de expresión), a David Beckham con un paquete redondo y perfecto (nos negamos a pensar que todos los elementos de su entrepierna se recogen formando una pelota de tenis en sí misma)… Hasta les corrigen el tono de la piel aún habiendo pasado por chapa y pintura previamente.

Y es que el uso del Photoshop es algo extendido y súper asumido por todos/as nosotros/as. De hecho, a nuestra manera, también utilizamos “trampas” instantáneas cuando nos disponemos a subir fotos nuestras a la red. El otro día, nuestro amigo Julio nos dijo que se había bajado Instagram sólo para poder aplicar filtros a sus fotos (ya le dijimos que hay decenas de apps que te aplican los mismos filtros que tiene Instagram y hasta muchos más y más chulos). La belleza humana, en nuestros días, es algo muy relativo. ¿Te imaginas lo que hubiera sido Marilyn Monroe si le hubieran hecho unos retoques fotográficos en su época?

Antiguamente, la fotografía en publicidad estaba infravalorada. Sólo servía para calcar la imagen en una ilustración, y finalmente lo que acababa publicándose era la ilustración y no la fotografía real. ¿Por qué? Pues por una sencilla razón: no existía el Photoshop (a esa conclusión hemos llegado nosotros mismos, a saber si será por eso o no…).  No podían conseguir imágenes de mujeres perfectas y hombres espectaculares, porque los seres humanos, por suerte, somos imperfectos. Nosotros pensamos que, precisamente, en esa imperfección está nuestra belleza. Pero la imagen que las firmas y los/las personajes famosos/as quieren proyectar es de una perfección absoluta. Una perfección que alguien, algún día, decidió cómo tenía que ser. Malditos estereotipos.




No somos muy partidarios del uso indiscriminado del Photoshop en general, pero lo que realmente nos asusta es que se utilice especialmente en campañas dedicadas a promocionar (y vender, obviamente) productos de belleza. Nos generan la (irreal) percepción de que, utilizando dicho producto, vamos a tener la piel como Julia Roberts. Llevando encima 124 retoques y filtros, claro. Luego nos quejamos porque nos sentimos, a veces, frustrados/as con nuestra imagen. No nos extraña.

Pero muchas veces, los primeros que fomentamos el uso de los retoques somos nosotros/as mismos/as. Nos encanta ser arpías viendo la Cuore: “Madre mía menuda papada tiene la Kardashian”, “joder qué panza se le ha puesto a la Britney”, “anda que no tiene patas de gallo Kevin Costner, qué mayor está”. No perdonamos ni una. Nos hemos acostumbrado tanto a verles perfectos, que cuando no es así nos quejamos y les criticamos. Y no mintamos, habitualmente a ninguno/a de nosotros/as nos gusta que nos critiquen. Y menos por algo que, con unos retoques aquí y otros allá, solucionamos.

Estamos a favor de lo natural. Estamos a favor de las imperfecciones. Es más, nos encantan. Prometemos, desde este momento, no usar más Photoshop del estrictamente necesario en nuestras fotos. Por lo menos en las que salgamos nosotros. Nos pone la idea de sentirnos, a nuestra manera, un poco Marilyn.

viernes, 4 de julio de 2014

Del Whatsapp, sus emoticonos y otras locuras tecnológicas

Usamos Whatsapp. Continuamente. “Llego un pelín tarde”, “No me esperes a cenar”, “Cuándo piensas llamarme, querido?”… son algunas de las frases que clonamos constantemente en nuestros móviles. Hace unos meses, durante una conversación tonta con unos vinos delante, nos dimos cuenta de algo. Y lo comentamos. Y nos reímos de ello.

Todos tenemos, por defecto, una parrilla de emoticonos en Whatsapp que son los que más utilizamos. El Sr. Whatsapp nos facilita la vida y nos los pone delante de las narices de primeras, para que no tengamos que buscar entre tanto dibujito y así volvernos un poco menos locos. Pues bien, ese ranking de smileys, lagrimitas, caras de enfado, caras tristes, etcétera, refleja un poco (bastante) nuestro estado de ánimo. El tema puede provocar ciertas risas, y parece ridículo, pero párate a pensar un momento… Pasamos días muy guays y estamos muy contentos, y los primeros puestos del ranking son ocupados por sonrisas, soles, lunas, señoras flamencas, jarras de cerveza… Cada uno con lo suyo. Y en cambio, cuando pasamos días o épocas más jodidas, éstos son ocupados por caritas tristes, de enfado, hasta con lagrimitas.




Normalmente no nos paramos a pensar en este tipo de cosas. Las integramos en nuestro día a día de una manera tan rápida que ni siquiera somos conscientes de ellas. Vale, quizás es un poco freak que hayamos llegado a este punto. Pero entiéndenos, el vino también ayudó a ello. De hecho, hace unos cuantos años nos parecían súper modernas y de tecnología punta las pantallitas táctiles de los cajeros automáticos y ahora son lo peor con lo que tenemos que tratar en nuestro día a día. Estamos perdidos si estamos 5 horas sin batería. No nos enteramos de los planes de los amigos, no vemos las nuevas fotos de nuestro sobrino pequeño que vive en Quintanilla del Duero y ha aprendido a decir “caca”, no encontramos a nuestros colegas en una terraza del barrio de Gracia si no nos mandan la ubicación… Y bueno, ni qué decir tiene el boom de aplicaciones de ligoteo que geolocalizan a las posibles presas más cercanas y te ofrecen la posibilidad de tener whatever you want, right here, right now. Pero de este tema hablaremos otro día (porque da para escribir un libro entero…). Todos sabemos que hoy en día… ¡Hasta la abuela tiene Whatsapp!

Y hablando de abuelas, el otro día nuestra amiga Lali nos enseñó una foto que nos enamoró. Fue el 90 cumpleaños de su yaya (si, 90, has leído bien) y, con un par, en la comida de celebración con toda su familia al completo, ella invitó a sus nietos a ponerse de fondo, cogió el móvil e hizo una usie (selfie en grupo) para cagarse. Un encuadre perfecto, sin temblores ni movimiento, ¡y hasta con un efecto! WTF!!! Es para comérsela, ¿o no? (nosotros nos la comeríamos hasta sin patatas…)


Estas cosas, inimaginables hace un tiempo son, a día de hoy, de lo más habitual. Quizás en el futuro los/as psicólogos/as del mundo empiecen a fijarse en los emoticonos del Whatsapp para ayudarse a dar un diagnóstico de sus pacientes.